miércoles, 24 de marzo de 2010

Estaba con Dara.

Tenia frío, hacia miedo, estaba con Dara cuando Jonathan se perdió en la soledad de los olvidos, su camisa amarilla se perdió en siniestros, al igual que sus ojos color celeste. Ya no lo recuerdo, ya casi el frío es potente en mi memoria, se desvanece como el agua entre aguas, como viento entre vientos, como frío en frío. Yo estaba con Dara cuando sucedió, cuando mi memoria lo destrozo, casi ni lo recuerdo perdiendose alla a lo lejos arrastrado por sus propios ideales a la oscuridad de las luces blancas. Nadie lo oía, ya nadie lo hablaba, Jonathan pasaba, de a poco, a ser otro recuerdo más plasmado en el olvido, así como sus manos, sus ojos, sus piernas, su cuello, su tronco y sus demases detalles corporales que ahora, hoy, mi retina ya no recuerda. Su imagen ya es dura en mi cerebro, ya es fría. No se mueve, no respira, solo se arrastra al negro fundido de los fondos. Frente a su espalda el vacío, el vacío vaciado del olvido que no recuerda, no conecta o simplemente deja de ser, desaparece, se desmorona y aterra al enjuiciado, lo asusta, lo anestesia y lo tira al río.

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